Es costumbre que el 9 de octubre, día de la Comunidad Valenciana, los enamorados se regalen mazapanes tradicionales con formas de frutas, el «tronador» y la «piuleta», envueltos en un pañuelo.
La conmemoración de la entrada de Jaime I en Valencia en 1238 se celebró por primera vez en 1338, durante el primer centenario del acontecimiento, convirtiéndose con el tiempo en una fiesta anual. En ese día se lanzaban miles de cohetes, haciendo de la festividad un evento ruidoso y vibrante, aunque mal visto por las autoridades debido a su carácter festivo y desinhibido. Sin embargo, con la llegada de los decretos de Nueva Planta tras la guerra de Sucesión, se prohibieron las celebraciones en honor a Jaime I, lo que llevó al gremio de confiteros a idear una alternativa que preservaría la tradición de manera ingeniosa.
Los confiteros comenzaron a elaborar dulces con forma de petardos, conocidos como “piuleta” y “tronador”, que aludían tanto a los fuegos artificiales prohibidos como a los órganos sexuales, con una fuerte connotación simbólica. Estos dulces, junto con pequeñas frutas y hortalizas de mazapán, eran envueltos en un pañuelo, dando lugar a la costumbre de la “mocaorà”, que se ha mantenido hasta la actualidad. Este regalo, que simboliza tanto la fertilidad como el amor, ha llevado a que muchos valencianos celebren el 9 de octubre como su propio día de los enamorados, donde los pañuelos se conservan como símbolos de amor duradero.